Orgullo y satisfacción, de VVAA.

OYS Portada

Ayer fue un día extraño y vertiginoso. Pero también un día grande, que giró en torno al mismo acontecimiento, la publicación de Orgullo y satisfacción. Me tuve que ir por la mañana sin haberlo podido ver, cuando volví lo compré, lo leí del tirón y prácticamente sin tiempo para masticarlo, pero si para quedarme alucinado por la noticia de que había vendido ya 12.000 ejemplares, salí disparado a la presentación que había a las seis de la tarde en Lavapiés, en el Teatro del Barrio. De la presentación ha hablado ya muy bien Santiago García, y como suscribo todo lo que ha dicho de ella, os remito a su texto. Simplemente diré que para mí también fue emocionante, y tuve la sensación de que ése era el sitio en el que ayer había que estar. Todo lo que está pasando, en realidad, me está emocionando mucho. Creo, como dice Santiago, que esto es una ruptura, un golpe en la mesa de un puñado de gente con talento que ha decidido romper con la manera en la que se hacen las cosas en este país que parece haber perdido el rumbo por completo, si es que lo tuvo alguna vez. Vivimos, la mayoría, en la resignación más absoluta, en la certeza de que así son las cosas y bastante es tener ya un curro con la que está cayendo. Nos hemos acostumbrado a justificar o cuando menos tolerar que quienes tienen la pasta decidan y manden, y los trabajadores acaten sin más. Los medios de comunicación son, en su mayoría, tristes caricaturas de independencia y transparencia. Basta observar cómo un cambio en la dirección de un periódico cambia de la noche a la mañana el signo del mismo y la manera en que se informa de muchas cuestiones.

Y todo lo que ha pasado en torno a la abdicación y posterior coronación, aunque pienso que pasará a la historia universal de la infamia, en el fondo no es más que un síntoma de otra cosa, un casus belli más que una causa en sí misma. El mundo de los grandes grupos empresariales, del poder de los despachos, de las corruptelas y el tráfico de favores, es el pasado rancio y moribundo. Si tenemos que sobrevivir, será cambiando, tirando todo eso a un lado y construyendo algo nuevo, más limpio, más pequeño pero también más dinámico. Lo de los dinosaurios y los pequeños mamíferos que decía Santiago.

Tampoco quiero precipitarme; es muy pronto para decir que esto es el principio de algo nuevo o signo de un gran cambio. Pero, desde luego, supone un hito. Y así creo que lo está viviendo mucha gente, los que abarrotaron ayer el recinto de la presentación, o los 22.000 que han descargado a estas alturas el tebeo. El cómic digital necesitaba algo así para romper ciertas barreras, tanto de los autores como del público. Para que se vea que hay que pagar por aquello que lo merece, también, y para asumir de una vez que tenemos que olvidarnos del kiosco y dejar de soñar con volver a una edad dorada que ni lo fue tanto ni va a volver jamás. La inversión bestial que exigiría una revista para kiosco, la tirada que sería necesaria para cubrir todos los puntos de venta y las cifras de venta mínimas para que fuera sostenible no se ajustan con la realidad actual del país, sin más. Para que funcionara habría que cambiarlo por completo, o viajar al pasado, algo que por mucho que se empeñe el actual gobierno en el fondo es imposible, afortunadamente.

Pero más allá de todo eso, sobre la mesa —virtual— tenemos un cómic de ochenta y dos páginas lleno de calidad, y lo que yo hago normalmente cuando me pasa eso es escribir sobre él, así que allá voy.

Lo primero que hay que decir es que se nota que todos los autores eran conscientes de que Orgullo y satisfacción tenía que ser especial, y por tanto han intentado dar lo mejor de sí mismos. No hay nada ello por compromiso o para quitarse de encima el asunto con más o menos profesionalidad. No, se nota que aquí confluyen muchas cosas, y que todo lo que ha pasado en las dos últimas semanas es la gasolina creativa de este cómic que canaliza muchas emociones.

Por otro lado, Orgullo y satisfacción desmiente el argumento de que un poco de censura es buena porque agudiza el ingenio, algo que he escuchado demasiadas veces, no sólo para referirse a publicaciones satíricas de otras épocas, sino también para restarle importancia a la libertad creativa del cómic contemporáneo frente al control férrero editorial y los códigos censores, que obligaban a los autores a estrujarse el cerebro. Dejando al margen lo perverso que me parece pensar que la libertad puede volver a alguien perezoso o menos ocurrente, en este cómics los autores demuestran que una cosa no tiene nada que ver con la otra. Ninguno se ha entregado a la descalificación destroyer ni a la escatología bestia, al contrario: han hilado más fino que nunca y han sido tremendamente ingeniosos. No por miedo a nada, sino porque ése es su trabajo. Cagarse en el rey también lo puedo hacer yo, pero esto es algo que sólo podrían hacer ellos. Han dicho cosas que había que decir, y que había que decir precisamente en estos días, no después, ni antes, y por eso Orgullo y satisfacción adquiere además el valor de ser nota discordante en unos días de melodía única y uniforme.

OYS Albert Monteys

Puede que a estas alturas no sorprenda, pero el nivel de Monteys y Manel Fontdevila es altísimo. Son probablemente los dos autores que más páginas dibujan, pero eso nunca ha sido óbice para su calidad. Especialmente la primera batería de páginas de Monteys están magníficamente dibujadas y son fruto de la combinación de sus mejores recursos gráficos, con la que consigue chistes de reírse a lo bestia, de verdad. Fontdevila, por su parte, intercala chistes punzantes con páginas de historias más largas, algunas simplemente fantásticas, como es el caso de «Estirpe campechana» y su magnífica portadilla.

Bernardo Vergara, otro de los más prolíficos, hace lo mismo que Fontdevila, y entre varias viñetas al modo de las que hace para eldiario.es cuela un análisis de tópicos antirrepublicanos antológico. Como con las páginas de Monteys y varias otras del tebeo, he tenido la sensación de que, gracias aparte, se está planteando un debate que ningún medio serio está dispuesto a plantear. Que es en el fondo el mayor problema de todo esto. Cuando argumentos tan simples e irracionales como la famosa república presidida por Aznar (¿?¿?) es lo único que puede esgrimirse, que no argumentarse, algo falla terriblemente.

Por eso mismo me han resultado interesantes las páginas de Lalo Kubala, cuyo «Palmiro Capón» disfrutaba mucho hace años. «Los amigos de Juancar» no tiene nada que ver con aquello, y es más bien un reportaje breve que recopila información, por otra parte, sabida; otra cosa es que se oculte sistemáticamente y se ignore en los grandes medios. Los coleguitas del ya exmonarca tienen más peligro que un mono con dos pistolas, y hay que decirlo más. «La escopeta de caza mayor» es otro punto que se apunta Lalo, y del que prefiero no decir nada más para no estropearle la sorpresa a nadie.

Con el humor de Mel o Paco Sordo siempre he conectado menos que con el de los anteriores, quizás porque me parece menos agresivo, por definirlo de algún modo, pero aquí me han hecho reír, la verdad, especialmente Mel con «Salustiano, monárquico y republicano», que parodia un estereotipo de español teóricamente contrario a la monarquía pero con un síndrome de Estocolmo importante. También colabora con Ágreda en otra página. Lo mejor de Sordo son las página que cuentan el futuro que le espera a Juan Carlos como jubilado.

Guillermo, otro de los veteranos, es además uno de los mejores caricaturistas, y sus chistes son muy divertidos y certeros, pero, creo, lo que más se recordará en el futuro es su impresionante visión de Francisco Marhuenda en las páginas de Iu Forn con recortes de prensa que ilustra.

Malagón trata directamente el cierre de filas de la prensa y también ilustra los certeros textos de Isaac Rosa que abren y cierran el cómic, con una caricatura del  Borbón saliente —bueno, saliente, saliente, no que se queda de rey honoris causa— excelente, en la que no sé si hay un homenaje a Daumier o es pura casualidad. Asier y Javier aparecen poco, pero ahí están también; su aportación más destacada creo que es «El protocolo de la coronación real». Triz Babia, que es una dibujante que me encanta, entrega varias páginas, entre ellas una divertidísima que retrata a la reina y a las dos infantitas viendo la tele, como campechanas que son. En ese dibujo hay una mala leche implícita más ácida de lo que parece.

El trío que estuvo presente en la presentación de ayer, Manuel Bartual, Paco Alcázar y Luis Bustos, tienen en común que no hacían normalmente humor político o de actualidad en El Jueves. Sus aportes son historias cortas, no viñetas sueltas, y los tres demuestran no sólo su gran nivel, sino que desde su mundo personal pueden tratar un tema como éste con la misma puntería que los que hacen humor gráfico en su sentido más clásico. Las dos aportaciones de Bustos son de lo mejor de la revista. Su dibujo de Letizia Ortiz es un meme perfecto, y su historia de «El rey, ese semidiós» destila todas las referencias historietísticas y de serie B de Bustos en un puñado de páginas que puede que sean lo que más me ha gustado de Orgullo y satisfacción. Bartual encuentra un filón al centrarse en un personaje secundario de esta telenovela, la princesita Leonor, y todo lo que conlleva que una niña pequeña tenga semejante posición, por no hablar del peligro de que la historia se repita… Paco Alcázar hace algo parecido encontrando en Froilán el catalizador perfecto para su universo y temas. Una vez más demuestra su capacidad de síntesis y cuenta en sólo cuatro páginas una historia alternativa en la que Froilán acaba reinando sobre todos nosotros. Además, ilustra magníficamente el buen texto de Pepe Colubi sobre la relación entre la monarquía y los medios audiovisuales a lo largo de la historia reciente.

OYS Luis Bustos

Creo que no me dejo a nadie, y si es así, confío en que sepa perdonarme, porque no es mi intención menospreciar a ninguno de los que han participado en algo que considero histórico. Y que puede que no habría sido posible, o habría sido muy diferente, sin el soporte de ¡Caramba!, la editorial de Bartual y Alba Diethelm que es precisamente una editorial que siempre se ha caracterizado por moverse al margen y buscar formas de funcionamiento alternativas. Su participación en esto, frente al gran grupo que es RBA, hace que todo cobre aún más significado. Y más allá de eso, el curro de Manuel Bartual para diseñar y maquetar Orgullo y satisfacción ha sido de proporciones megalíticas. Aunque creo que estará de acuerdo conmigo en que ha merecido la pena. Decía antes que era pronto, pero en el fondo no quiero terminar este texto sin mojarme y decir que sí creo que ayer fue el comienzo de algo nuevo. No sé si de una publicación regular on line de la que sus dibujantes puedan cobrar justamente o de otra cosa más global, pero, al menos, algo cambió. Alguna gente está harta de muchas cosas y ayer comprobó que hay otra forma de hacerlas.

ACTUALIZACIÓN: Hoy he publicado en Entrecomics una transcripción de la presentación de ayer, así que si alguien está interesado en saber de qué se habló, aquí puede descubrirlo.


3 respuestas a “Orgullo y satisfacción, de VVAA.

  1. Genial comentario… Ayer no pude comprarlo por motivo laboral, pero hoy al llegar a casa fue lo primero que hice… Conocí a Albert Monteys hace unos años en Gran Canaria en un salón del cómic y creo que es de esas personas tranquilas que transmite compromiso y lealtad para con los demás, y así nos lo hacen ver todos estos grandísimos y valientes humoristas que dieron un paso al frente… ¡Gracias amigos!… Ojalá continúe la publicación, aunque sea de forma digital… 😉

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