The Private Eye, de Brian K. Vaughan y Marcos Martín.

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The Private Eye es un proyecto que ha visto la luz hace sólo unos días, un webcómic de Brian K. Vaughan y Marcos Martín que tendrá diez entregas. Claro, con sólo una leída es complicado hablar ya del tebeo, pero la verdad es que ha sido suficiente para que me picara el gusanillo de escribir sobre él.

No he sido nunca seguidor de Vaughan, aunque recuerdo una etapa en Ultimate X-Men muy grata, que me hacía esperar un cómic, al menos divertido. De Martín no hace falta que diga demasiado: ha sido uno de los grandes revulsivos en los últimos tiempos de Marvel, con un nivel al alcance de pocos.

The Private Eye arranca como una especie de thriller, con una escena clásica: un fotógrafo espiando los escarceos sexuales de una pareja. Después, todo salta por los aires y empieza una secuencia vertiginosa espectacularmente contada. Y empezamos a darnos cuenta, a lo bestia, de dónde estamos: la ambientación es la gran baza de The private eye, y es fruto tanto de los conceptos de Vaughan como de la puesta en práctica de los mismos al diseñar el escenario por parte de Martín. En dos palabras, es un mundo futuro en el que internet ha petado liberando los secretos de todo el mundo. Hay muchas buenas ideas en este primer número, armadas de forma plausible y con mucho cuidado por el detalle por parte de los dos autores. Los ancianos de este futuro, por ejemplo, son los adolescentes de hoy, así que tienen que estar llenos de tatuajes. Me parece muy ingenioso, la verdad.

Por supuesto, el trabajo de Martín es uno de los grandes atractivos de esto. Está completamente desatado. Es el Martín de Spider-man o Daredevil pero más divertido, más motivado por el reto que supone crear un mundo entero visualmente. No hay una sola viñeta rutinaria, y si tira de trucos del oficio típicos, no soy capaz de verlo. Aparte de eso, con la composición de las páginas hace de todo, y dota de sentido al formato elegido, que al parecer funciona de maravilla en tablets —yo lo he leído en un portátil, así que no puedo decirlo.

Luego está la cuestión del modelo que han elegido los autores para comercializar su trabajo, que ha centrado buena parte del debate sobre The Private Eye. Está disponible una descarga simple, sin registros ni historias, en diferentes formatos, sin protección de copia y en tres idiomas: inglés, castellano y catalán. Y puede descargarse a cambio del precio que cada uno considere adecuado, incluyendo los 0 euros. A mí personalmente me parece una jugada muy inteligente. Para empezar, porque denota que los autores conocen el mercado en el que quieren moverse: en internet, el que quiera algo gratis lo va a obtener. Queramos o no. Ofrecer directamente el tebeo gratis demuestra que asumen esto y parten de un voto de confianza con respecto a los lectores, en lugar de criminalizarlos a priori. Porque, además, el debate en torno a los modelos digitales yerra el tiro cuando se argumenta que equis descargas equivalente a equis ejemplares no vendidos. Eso, además de falso, es una batalla perdida. Lo que bajo mi punto hay que generar es un modelo que permita a los autores cobrar una cantidad justa por su trabajo. Por eso me parece fantástico que se permita pagar cualquier cantidad. Es una apuesta que en principio puede parecer arriesgada, pero yo confío en la honradez de un número suficiente de lectores como para que les compense haber hecho esto en lugar de, pongamos, sacarlo en el sello Icon de Marvel y vender 8.000 ejemplares físicos. Por cierto: eso me recuerda que según han dicho tanto Vaughan como Martín The Private Eye jamás se venderá en papel, así que si alguien considera que debe darle su dinero a los autores —sin ningún tipo de intermediario—, ya sabe lo que hay.


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