GRAF Barcelona 2017

Ya empiezo a recuperarme de un intenso fin de semana en Barcelona, participando en la organización de una nueva edición de GRAF; la novena ya, nada menos. Han sido tres días de locura, de trabajo incesante y de muchas emociones. La sensación que tengo tras reposar unos días es que ha sido, quizá, la mejor edición que llevamos hasta la fecha. O, al menos, la que más satisfecho me ha dejado a todos los niveles. Tanto las mesas redondas —con nombres de primer orden, autores consagrados compartiendo espacios con artistas emergentes y dialogando de tú a tú— como los talleres, la variedad de material que podía encontrarse y el público que acudió al evento. Buen rollo siempre, gente charlando, leyendo en los espacios habilitados por la Microtebeoteca de Christian Osuna y la cercana biblioteca de Can Fabra, especializada en cómic: pasándoselo bien, en suma. Creo que hemos conseguido configurar un pequeño festival que resulta sostenible y que demuestra que con muy poco se puede hacer mucho, si consigues generar en la gente la ilusión y las ganas. Y, lo que es más importante, un festival que crece poco a poco, nunca por encima de nuestras posibilidades y nunca a costa de perder de vista que el centro de esto siempre deben ser los cómics.

Y cómics, por supuesto, me traje un buen montón. Tanto de editoriales profesionales como fanzines y autoediciones, como siempre. Material variado, interesante, bastantes cosas de gente nueva, que venía a su primer GRAF, y algunas de autores que llevo tiempo siguiendo. Las ganas y la ilusión con la que la gente te explica sus proyectos y sus publicaciones se contagiaba del entusiasmo del público, que no iba sólo a pasarlo bien: también se compraron muchos tebeos.

Como decía, ha sido una edición muy gratificante, pero también con muchas actividades programadas, lo cual ha generado un constante flujo de cuestiones que resolver. Siempre había algo que hacer, y, además, nos enfrentamos a cosas que nunca antes habíamos hecho. Pero, creo, humildemente, que solventamos bien los imprevistos y la experiencia de otros años nos ayudó a sacar adelante todo. Eso y, por supuesto, el grupo de voluntarios con el que contamos, que sumados al personal de Fabra i Coats —espacio privilegiado— a la organización, cada vez más amplia, conformaron un equipo con el que ha sido un placer trabajar. Y no lo digo por decir: ni un mal rollo, ni un momento de tensión.

Pero tanto trabajo, claro, hizo que me perdiera la mayoría de las charlas de GRAF. Sin embargo, sí pude ver que siempre había bastante gente. En algunos casos, MUCHA gente, como sucedió en la que yo mismo moderé el domingo, «Dibujar rompiendo cánones», con Arnau Sanz, Xiomara Correa, Juanjo Saez, Klari Moreno y Camille Vannier. Un domingo a las 12:00, el aforo estaba lleno para escuchar hablar de dibujo poco ortodoxo y ruptura de cánones academicistas. Si me lo dicen hace unos años, no me lo creo. Pero son esas cosas que pasan en GRAF.

Además, disfrutamos de una noche de sábado apoteósica: por primera vez, programamos un concierto en el mismo espacio de Fabra i Coats. Antes, presentación y concierto sorpresa de Klari Moreno, que acaba de publicar Ya será con Libros de Autoengaño. Del concierto programado, protagonizado por un Paco Alcázar en su encarnación de España Futurista, sólo pude ver unos cinco temas, pero puedo decir que fue espectacular y se metió al público en el bolsillo. Y lo mismo con la alucinante y divertídisima —y curradísima— entrega de los premios Golden Globos, una idea loca del colectivo Ilu Station, que renacía tras varios años sin dar señales de vida. En la ceremonia, presentada por Manu Vidal —ayudado por El don Guillermo y Estocafich, dibujantes, editores de Misma y gemelos, que aparecieron caracterizados de Zipi y Zape—, se entregaron unos premios con categorías tan locas como «Mejores guardas», «Mi niño de cuatro años dibuja mejor» o «Me ha costado una mierda». A pesar de las fuertes polémicas en torno a algunos premiados, la velada transcurrió sin incidentes y en un clima de diversión constante, que dio paso a la pinchada de DJ Tutti Frutti, que yo me perdí, me temo, porque estoy mayor y necesitaba dormir para afrontar el último día de GRAF.

En fin, como siempre, GRAF es una inyección de energía en vena. Un espacio de intercambio artístico y diversión, un lugar donde ver reunida a una escena cada vez más pujante, que evoluciona con mucha rapidez y, lo más importante, no sabemos a dónde va. Hay una cosa muy gratificante de trabajar en GRAF, que es la respuesta de la gente. La sensación de que hacía falta algo así, un festival alternativo que fuera creciendo a la par que el sector, donde los autores fueran protagonistas. Por supuesto, ese chute de energía no debe desactivar la autocrítica y la exigencia: sabemos que todavía hay cosas que pueden mejorarse, que debemos seguir dando pasos para hacer GRAF cada vez mejor. De hecho, ya mismo hay que empezar a trabajar en la siguiente edición de Madrid. Esto no se para.

No quiero terminar sin agradecer una vez más su profesionalidad e implicación al equipo del que tengo la suerte de formar parte: Borja, Iñaki, Mireia, Pedro, Silvia y Ana. ¡A por el siguiente!


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