Joselito, de Marta Altieri

El campo del cómic digital siempre ha sido, de alguna forma, una eterna promesa de revolución. Desde que Scott McCloud previó en Reinventing Comics (2000) una serie de cambios que nunca llegaron, han sido muchos los que han teorizado sobre las posibilidades infinitas del medio digital para la historieta, pero pocos los ejemplos que realmente los han aprovechado. Estoy generalizando mucho, porque, por descontado, hay ejemplos interesantísimos, pero el grueso de los webcómics que existen hoy no son más que una mera traslación del cómic analógico a la pantalla. Lo cual no significa que no haya obras excelentes que siguen esta tendencia: estamos hablando de otra cosa.

Por eso me parece tan importante lo que está haciendo Marta Altieri en Joselito, que puede leerse online en la web http://137.rehab/comics-gratis/2018/joselito/. Su trabajo está llamando la atención, aunque parece aún fuera del radar de los medios habituales sobre cómic, quizás porque habrá quién piense que los elementos que incluye lo excluyen del medio. Yo no voy a entrar en el debate esencialista, aunque no niego el interés de reflexionar sobre a partir de qué punto la inclusión de recursos animados convierte al cómic en otra cosa, pero no es lo que hoy me interesa. Si alguien no se siente cómodo llamando a Joselito cómic o cómic digital, podemos denominarlo, simplemente, artefacto.

Altieri había hecho ya algunos fanzines convencionales, como Rehab Daddy. Formalmente no tiene nada que ver con Joselito, pero, temáticamente, hay puntos en común en su interés por reflejar una cotidianidad inmmediata y unos diálogos espontáneos y no siempre articulados literariamente. Pero su nueva obra es algo mucho más ambicioso, aunque parta de una historia sencilla y estereotipada: chico conoce chica. Sin embargo, todos los recursos que, gracias a su trabajo como diseñadora de páginas web, tiene Altieri a su disposición, la experiencia de lectura se convierte en algo nunca visto. Animaciones en forma de gifs, efectos visuales de brillos, temblores y reflejos, pequeños youtubes que nos acompañan un rato y en los que podemos pinchar para escuchar temas musicales mientras leemos… El scroll es un elemento narrativo más, con el que Altieri puede controlar la posición de diferentes elementos. Por ejemplo, en uno de los capítulos, mientras que una conversación de Whatsapp baja a una velocidad determinada mientras vamos haciendo scroll para leerla, el fondo se mueve a otro ritmo y nos va mostrando otras cosas. La lectura de Joselito es una caja de sorpresas, un recorrido en el que nunca sabes con qué recursos nos va a sorprender la autora. Pese a que no aprovecha las posibilidades de interacción, más allá de pinchar en los vídeos, la sensación de inmersión que logra es total. El dibujo rápido y muy sencillo, de líneas deliberadamente imperfectas, se mueve, cuando es animado, con una fluidez muy natural, que genera un contraste y una sensación de irrealidad.

Los efectos visuales son excesivos, porque responden a una estética contemporánea que lo es, que se interesa por el lujo, lo abigarrado y lo superfluo. Pero ese exceso es parte del discurso, por supuesto. Hay una falta de contención al usar una espiral animada, una lluvia de glitter o un ramillete de luces psicodélicas porque la vida es así de intensa cuando eres Joselito. Cuando la chica que le gusta entra en escena, ya sea directamente o a través de los recuerdos obsesivos del protagonista, todo puede pasar, y los efectos animados se utilizan siempre para subrayar y potenciar sus emociones extremas. Por ejemplo, me parece brillante cómo usa la imagen fotográfica de un pendiente dorado y rococó que lleva la chica de la que se enamora para recordarla en momentos puntuales, en los que la hiperrealidad de la joya choca con lo esquemático del dibujo y nos impacta con un recuerdo potenciado.

Joselito tiene, por el momento, cinco capítulos publicados: 131, 132, 211, 231 y 173. En ese orden, y con esa fragmentación, la manera en la que leemos la historia se complica, porque se presenta llena de elipsis que, tal vez, se vayan resolviendo luego. ¿Han pasado cosas que no vemos que justifiquen la ida de pinza de Joselito? ¿O, simplemente, es un chico dado a obsesionarse y tomarse todo muy a pecho? Lo iremos descubriendo.

Más allá de las cuestiones relacionadas con el formato digital y las posibilidades de la publicación online, hay que decir que Marta Altieri plantea una historia llena de interés, con personajes llenos de dudas y agobiados por la abulia generacional y la precariedad que vemos en los trabajos de Simon Hanselmann, Roberta Vázquez, Bárbara Alca o Teresa Ferreiro. Pero, al contrario que en sus obras, en Joselito encontramos muy poco humor, y todo se confía al drama, o, incluso, podríamos decir que al melodrama. Tampoco construye un mundo ficticio alejado del nuestro, ni los personajes son animales antropomorfos o seres extraños: son chavales y chavalas totalmente normales, dentro de lo que en este momento se considera normal: hay, seguramente, muchas situaciones sacadas de las propias experiencias de Altieri y algo de autobiografía. Y todo esto me resulta muy interesante como lector alejado del paradigma vital que se retrata en la obra, por una cuestión generacional: no me gusta el trap, no entiendo determinadas maneras de relacionarse con los demás, ni la exposición constante en redes sociales, ni muchos de los comportamientos que se ven en los personajes. Joselito, por ejemplo, no sólo se pasa el día pendiente del móvil, de Whatsapp y de quién ve sus stories en Instagram, sino que es webcammer y se saca unos tokens chateando y haciendo pequeñas sesiones eróticas. Pero hay una naturalidad en cómo se cuenta, y, sobre todo, una sinceridad desarmante. Joselito, además, parece tener problemas de ansiedad, se obsesiona en exceso y, según dice, acaba de atravesar una depresión. Pero, al final, hay algo universal en todo lo que le sucede, y por eso me gusta tanto: un día conoce a Wendy Carmen y todo su mundo pasa a girar en torno a ella. Yo no he hecho las cosas que hace Joselito, porque mi mundo es otro, pero sí me he sentido como él.

Por todo esto creo que con Joselito puede que haya llegado la verdadera revolución del cómic digital. No se parece en nada a la que esperábamos, pero es aún más alucinante. Estoy seguro de que, muy pronto, vamos a empezar a ver muchas obras parecidas, porque eso es lo que sucede con las pioneras.


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