Héroes, un año después.

“Esperemos que no lo estropeen y sobre todo, que sepan cuándo parar”: así terminaba, hace un año —bueno, un año y un par de meses en realidad, pero quedaba más contundente en el título la cifra redonda—, el primer post que le dediqué a Héroes. Pero nada, que era mucho pedir. Lo han estropeado a lo bestia y no han sabido cuándo parar. Desde el ecuador de la segunda temporada en adelante, los creadores de la serie han convertido todas sus virtudes en defectos. Avisar de que el post contiene spoilers a tutiplén me parece que sobra cuando es la propia serie la que se spoilea a sí misma a base de repetir ad nauseam sus planteamientos, pero bueno, queda dicho.

La clave para entender el declive de Héroes está en el hecho de que su mayor baza, usar de una forma fresca y sin complejos los argumentos y recursos del cómic de superhéroes, ha acabado siendo su mayor lastre, al caer exactamente en los mismos problemas que presentan las grandes franquicias del género: la repetición de las tramas en demencial eterno retorno, el miedo al cambio. Morir de éxito, en otras palabras. En la primera temporada de Heroes podía pasar de todo. Nada era inamovible y ningún personaje estaba a salvo de un vuelco en su statu quo. Ahora, en cambio, hay ciertos personajes que nunca cambiarán —y no sorprende que sean los más populares—. Hiro puede pasar por cien ritos de paso, pero siempre vuelve a ser el friki patoso fácil de manipular, al igual que Claire puede rebelarse otras cien veces contra las órdenes de su padre adoptivo pero siempre acaba volviendo a casa —esa casa que parece estar a cinco minutos de todas partes, por cierto—. Y los personajes que cambian, lo hacen sin sentido. La masiva entrada en la serie de nuevos personajes no ayuda a mantener cierto orden y en general no aporta nada salvo confusión, y el hecho de que todo dios acabe teniendo poderes tampoco ayuda.

Y es que el problema más grave es que los creadores de Héroes no saben qué hacer con la serie. La primera temporada fue casi redonda porque se notaba que tenían muy claro hacia dónde iban y cómo tenían que llegar. Sabían lo que estaban haciendo y no había pasos en falso. Ahora no. Hasta muy avanzada la tercera temporada no se ha visto una dirección clara, y hasta entonces —y aun ahora— se fueron acumulados las tramas iniciadas sin saber muy bien por qué que luego simplemente se abandonaban: Nathan Petrelli convertido en un fanático religioso tras sobrevivir a un intento de asesinato de la noche a la mañana vuelve a estar “normal”; se descubre que algunos poderes son fruto de manipulación genética en lugar de naturales, y eso no tiene ninguna repercusión… Y así con todo. Los personajes se limitan a correr como pollos sin cabeza de un lado para otro, y ahora al menos lo hacen a cierta velocidad, pero al principio de la temporada, era desesperante ver cómo Parkman o Hiro no pintaban nada de nada, y simplemente salían en cada episodio porque tenían que salir. Lo que antes era otro atractivo de la serie, la ausencia de buenos y malos absolutos, la ambigüedad moral, se ha convertido en un festival de cambios de bandos porque sí, sin más sentido que el de sorprender, si es que tal cosa es posible a estas alturas. Sylar se lleva la palma en esto, seguido de cerca por Mohinder, cada vez más tonto —y encima anarroseando la película de La mosca—. La lista de personajes que van a enfrentarse al malo de la temporada y acaban trabajando para él ya es absurdamente larga.

Y más allá de que no sepan qué hacer con el invento, surge una pregunta: ¿de verdad son incapaces de armar una trama argumental sin recurrir a la visión apocalíptica del futuro que hay que evitar que se ha repetido en las tres temporadas? ¿Tan inconcebible resulta que se quiera detener el plan de un megalomaníaco no porque hayan visto los resultados, sino porque se deduzcan? Y encima, para no innovar ni un poquito, se sacan de la manga un nuevo pintor del futuro que guíe las tramas —con el mismo, mismito estilo que Isaac Méndez: ¿tanto costaba buscar a otro dibujante?—, y cuando la palma retoman los cómics que dibujaba Méndez, que, a pesar de que el futuro se ha cambiado no menos de tres veces, siguen reflejando lo que va ocurriendo: un hacha, el Méndez, y encima un crack de las fechas de entrega.

Todo lo hemos visto ya. La serie que sorprendió a todo el mundo ha perdido el factor sorpresa —¿o alguien pensaba de verdad que en el capítulo en el que todos pierden sus poderes Sylar o Claire morirían?—. Los geniales continuarás de Héroes son cosa del pasado. El culebrón ha acabado siendo excesivo. Las situaciones, los personajes, se amontonan y se lían sin ningún criterio, con la única intención de alargar el mayor tiempo posible la agonía de la gallina de los huevos de oro. A base de no planificar se ha perdido la credibilidad, y se acumulan ya las incongruencias, errores y chorradas varias: todos los personajes llevan de serie el poder de estar en cualquier lugar de forma instantánea; la gente entra y sale de las instalaciones de buenos-que-antes-eran-malos y nuevos malos como Pedro de su casa; Sylar y papá Petrelli tienen tantos poderes que ni los guionistas saben ya cuáles son… pero siempre acaban usando el mismo, el más barato: movimiento de la mano y hostia que te crió contra la pared; Nikki muere y se sacan de la manga una tercera hermana para que la actriz siga en la serie… ¡y luego no pinta nada!; ¿quién cuida de la niña con poderes de la que se ocupaban Parkman y Mohinder?; ¿De verdad hacen falta poderes precognitivos para saber que va a haber un eclipse?; ¿Por qué Nathan no se pregunta qué ha sido del fantasma de Linderman?; ¿Qué pinta Bennet a estas alturas? ¿Y Peter?

Y así podría seguir páginas y páginas. Qué pena, joder, que una serie tan divertida y bien hecha haya acabado así. Queda por ver el final de esta temporada, pero dudo muchísimo que esto tenga algún arreglo. Qué distinto habría sido si se hubieran atrevido a correr riesgos, a dar un paso adelante y llevar a sus últimas consecuencias la premisa inicial de la serie en lugar de dar vueltas en círculo, acercar a los personajes y su contexto a ese futuro tan atrayente que se deja ver en algunos episodios, con el mundo cambiado por sus poderes. Creo que todos esperábamos que tarde o temprano se formara un grupo en condiciones, que intentara hacer algo útil, el paso lógico a seguir en una serie que pretendía un acercamiento realista al género. Hubo un conato de ir en esta dirección, pero acabó y fue olvidado cuando el Peter del futuro disparó contra su hermano cuando éste estaba a punto de revelar su poder al mundo. Y ya es tarde, aunque siempre quede la primera temporada. Y por supuesto, Rising Stars, una de las principales influencias de Héroes, para leer la historia que ésta debió haber sido.


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